“Yo no puedo evitar que me mientas. Lo que sí
puedo evitar es que me confundas”
Confucio
Por muy diferente que haya sido el desarrollo de la
cultura en los siglos pasados, se ha tenido siempre algo en común, la
importancia del lenguaje. El lenguaje crea una realidad al nombrarla, y esto ha
servido a numerosos líderes políticos, dictadores, reyes y revolucionarios para
matizar e incluso transformar la
realidad en su beneficio.
En estos momentos de crisis, en los que la economía y la
política parecen estar decayendo, no sólo a niveles prácticos, sino también en la
desconfianza de los ciudadanos, la palabra es un medio potente para defenderse.
El objetivo de este artículo es tratar de entender los mecanismos
del lenguaje de los políticos que gobiernan nuestro país para así poder defendernos
ante sus eufemismos, que tratan de vestir una realidad que debemos ver desnuda.
Empezamos con este titular. Las impopulares medidas de abaratamiento
del despido, empiezan a denominarse flexibilización del mercado laboral. Primero,
analicemos los mecanismos con lo que el receptor asumirá esta información. Durante
la historia de la democracia, se han ido desarrollando diferentes medidas, que
el trabajador relacionaba o bien con reforzar las garantías laborales o bien
con quitar derechos laborales. Si un trabajador escucha que su despido será más
barato, entiende que tendrá más riesgo de ser despedido. Esta sería una
presuposición que harían la mayoría de los receptores al leer una noticia así. Sin
embargo, el término flexibilización del mercado laboral, es un término nuevo
que no se relaciona directamente con nada, ni con medidas similares pasadas. El
receptor debería profundizar en qué se quiere decir para entender la medida. Por
tanto, con este término el político logra suavizar su mensaje y por
consiguiente logra su primer objetivo.
Además si nos basamos en el Principio de Cooperación de
Grice, el receptor asume una cooperación en la comunicación, más aun siendo de
un político que busca el bienestar de su país y de los ciudadanos. Por tanto,
confiará en el mensaje y no tendrá necesidad de buscar más información. Al almacenar
esto en su memoria a largo plazo, el término flexibilización puede relacionarse
con horarios, incluso con facilidades al trabajador. Se cumple así el segundo
objetivo, evitar el posible enfado ciudadano ante esta medida.
En la última legislatura del PSOE, cuando comenzó negando
que había una crisis, también utilizó un eufemismo “desaceleración económica”. En este caso, el gobierno fue muy
criticado por no nombrar la realidad como era. Y no logró el objetivo de evitar
la dureza que podía suponer un mensaje que contuviera la palabra crisis. Además cuando el PP la usó había
logrado relacionarla con la mala gestión anterior, y su uso por parte del nuevo
gobierno suponía la transparencia que no había tenido Zapatero.
Los contextos históricos y sociales influyen mucho en el
significado que le da el receptor al mensaje. Un mismo mensaje “Estamos en
crisis” supone muy diferentes respuestas según el emisor. Cuando Zapatero por
fin asumió esa palabra, los ciudadanos se indignaron porque la relacionaron con
que, si eso era cierto, lo anterior era falso, por tanto se sentían engañados.
La misma frase, con todas sus connotaciones negativas, en boca de Mariano
Rajoy, era casi triunfal, porque él si admitía lo que pasaba en el país.
Sin embargo, en seguida llegamos a una de las expresiones
más interesantes que ha utilizado nuestro actual gobierno; “tasa negativa de crecimiento económico”. Es interesante porque con esta expresión se
refiere a la recesión económica. La
palabra crisis era legitima en este gobierno, por lo que hemos explicado, pero
recesión es una nueva fase de la economía que se teme. Además pronto comenzó a
unirse a muchos términos, medidas y recortes. Ahora se dice “Tasa negativa de crecimiento económico”.
Esta expresión, como decía antes, es muy interesante,
porque no respeta para nada la máxima de modalidad del Principio de Cooperación
de Grice. Ésta máxima habla de la claridad en la intervención, además de evitar
la oscuridad de expresión y evitar la ambigüedad. Juntar la palabra negativa y
crecimiento en la misma frase, es bastante ambiguo. ¿Existe un crecimiento
negativo? No. O se crece o se decrece, pero no puede crecer hundiéndose.
Incluso desde el punto de vista de las relaciones de sentido, podríamos decir
que esa oración no tiene un sentido lógico. Pero si se habla de economía y se escucha
crecimiento, aunque sea de manera ambigua, siempre se suavizará el mensaje. Queda
la duda de qué pesa más, lo negativo o el crecimiento.
Encontramos muchos más eufemismos,
los recortes son reformas, el copago se realiza con un ticket moderador, la congelación de salario es la mejora de la
competitividad. Los empresarios son emprendedores, la violencia machista es
violencia en el entorno familiar. Y otros tantos neologismos populares que se
han ido usando en el último año. No hay duda de que el eufemismo se ha
instalado como técnica comunicativa en el gabinete de Mariano Rajoy. Pero, ¿Está
creando esto una nueva realidad sobre la política económica? ¿Ayuda al gobierno
a instaurar medidas impopulares?
Desde luego no se puede generalizar,
hay quien se echa las manos a la cabeza al escuchar este nuevo lenguaje
inventado por el PP y hay quien le tranquiliza pensar que a los bancos se les “facilita
la gestión activa del patrimonio dañado de las entidades financieras”. De cualquier
modo, el gobierno ha logrado crear una pequeña realidad alternativa, donde el
país no parece ir tan mal y las medidas parecen ayudar a quienes más lo
necesitan.
Para poder evitar que cualquier
emisor nos embauque en eufemismos y realidades alternativas debemos profundizar
en el mensaje y no dejarnos llevar por las convenciones lingüísticas, ni las
palabras vacías.